Historia de la Plaza de Armas de Cusco
La historia de la Plaza de Armas de Cusco se remonta a los albores del Imperio Inca, según la leyenda transmitida a través de generaciones. Manco Cápac y Mama Ocllo, guiados por la voluntad del dios Inti, llegaron a este lugar tras una búsqueda extensa encomendada por el padre de Manco Cápac. La divina instrucción era clara: llevar una vara de oro y fundar la nueva ciudad en el sitio donde esta se hundiera en la tierra.
Al llegar a Cusco, el emplazamiento de la Plaza de Armas estaba cubierto por un pantano. Fue aquí donde la vara de oro se sumergió, marcando el punto de inicio para los fundadores del Imperio Inca, Manco Cápac y Mama Ocllo. Con determinación, iniciaron los trabajos para transformar el área en la capital de su incanato.
Sinchi Roca, sucesor de Manco Cápac, desempeñó un papel crucial al ordenar el drenaje del pantano, convirtiendo la zona en el epicentro administrativo, cultural y religioso del floreciente Imperio Inca.
En la época incaica, la Plaza de Armas abarcaba un área mucho más extensa que la que conocemos hoy en día, incluyendo distintos sitios en sus alrededores. Durante este periodo, la plaza estaba dividida en dos partes: Aucaypata, Huacaypata o Huacapata (la designación original sigue siendo objeto de debate entre los estudiosos) y Cusipata, separadas por el riachuelo Saphi.
La Plaza de Armas albergaba los majestuosos palacios de gobernantes de renombre, como Pachacútec, Huayna Cápac y Viracocha. Este lugar emblemático también fue testigo de grandiosos eventos, destacando el famoso Inti Raymi. Asimismo, la plaza servía como punto de partida para la extensa red de caminos incas, conocida como Qhapaq Ñan, que conectaba todo el imperio.
La Plaza de Armas de Cusco simbolizaba la fortaleza y la hegemonía de los incas en la región sudamericana. Sin embargo, con la llegada de los españoles, su destino experimentó un giro drástico.